En la boca del laberinto
he cambiado tantas veces
Que ahora soy el mismo extraño
Que una tarde te dejo partir
Sin saber
De aquella estrella vacía
De las lágrimas de hastío
Que se ocultan por orgullo
En el ojo que cierra la tormenta
Nada del pecho dilatado
De esta alfombra constelada
Que ha cubierto todo un campo
De corazones quietos
Ni de la locura humeante
trepando el abismo
Crepita el alma queriendo adivinar
recordar es volver a morir
y en aroma de multitud
en ella palpita agitado el silencio
sus risas, sus voces, sus arrepentimientos
y sangra escarchada
y sin delito la quietud
solo pude coger una a una
las flores gastadas
y esperar el entierro siguiente
en la ruta de la media noche
atraviesa el mediodía y mira
aquí acostado
al filo de la penumbra
el ocaso de las pulsaciones
mar de silencios
alimentar la piel
con el flujo irrefrenable y frío
de todos tus conceptos
tu no eres para mi
más que esa luz
que oscila entre mis dedos
cuando cayo, miro y despierto
entre nubes que queman
y flechas que no me conducen
a ningún lugar.//
lunes, 17 de abril de 2006
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