Es solo por el deseo que las noches vuelven
para envenenarse una y otra vez
y ni con la muerte permiten una traición
En el callejón donde sangran las espaldas
a un rincón umbrío; el mismo lado abierto
aquel donde la luna desconoce a sus hijos
la muerte aguarda refulgiendo como un látigo
un ángel anda de espaldas exhausto y torcido
Sobre el lecho te agitas cogida de la celosa espuma
de la marea en retirada
crispando en el cielo enfermizos unicornios
como una lluvia de ojitos enrojecidos
huyendo del radio de la luz
despacio… despacio…
Este hallazgo no pudo mas que desenterrar
con violencia vidrios ovales
de dentro de aquellas celestes miradas
ondulando entre expectantes y mórbidas caricias negociadas
bajo el signo del amor
Mírame con la misma palidez que envuelves mis manos
como mortajas
pero miente la cal donde te quedas
dama erosionada frente al espejo de las caracolas
que se astillan en arco hasta herirse mutuas
toda la eternidad cortada en minutos pocos
por los fluidos de tu hombre alado
Un crujido blanco se prolonga en el cielo
siniestro, en ecos rojos
un cuerpo no se detiene
a pesar de la tos (de otro)
un ángel me observa
mientras le hago el amor a una tuberculosa.//
jueves, 27 de abril de 2006
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